Carta
contra el
apartheid.

La tinta
El Desconcierto

Los palestinos están siendo atacados y asesinados impunemente por israelíes, soldados tanto como civiles. Estos últimos, armados, recorren las calles de Jerusalén, Lydda, Haifa, Yafa y otras ciudades del actual Israel al tiempo que corean "¡Muerte a los árabes!". Ya se han producido varios linchamientos contra palestinos desarmados y desprotegidos durante las últimas semanas. Las familias del barrio de Sheij Yarrah en Jerusalén están teniendo que enfrentar la limpieza étnica y el desplazamiento de sus hogares. El gobierno y la policía israelíes protegen estos actos de asesinato, intimidación y despojo violento, si no es que los fomentan de manera activa.

Al bombardear indiscriminada e implacablemente a los palestinos en sus hogares, sus oficinas,  sus hospitales y sus calles, el gobierno israelí acaba de cometer una masacre más en Gaza este mes de mayo. El bombardeo de Gaza forma parte de un patrón de comportamiento, deliberado y recurrente, de acuerdo con el cual se eliminan familias enteras y se destruye la infraestructura local. Esto sólo agrava las condiciones, de por sí insostenibles, en uno de los lugares más densamente poblados del planeta y que sigue bajo asedio militar. Gaza no es un país separado del resto del pueblo palestino; somos un solo pueblo, mismo que busca fragmentar la arquitectura del Estado de Israel. 

Retratar esta situación como si fuera una guerra entre dos lados iguales es falso y engañoso. Israel es la potencia colonizadora; Palestina está colonizada. Esto no es un conflicto: es un apartheid. 

En vista de que el peligro de muerte ha ido aumentando a lo largo de las últimas semanas, los palestinos nos estamos unificando una vez más. En Palestina, tanto como en el resto del mundo, nuestro pueblo empieza a salir a las calles, a organizarse en redes sociales, a defender sus hogares, a cuidarse mutuamente y a exigir el fin del genocidio, el apartheid, la discriminación y el desahucio. A nuestras comunidades se les ha negado sistemáticamente el derecho al retorno, se les ha fragmentando y arrasado por la fuerza desde la Nakba, es decir,  desde los albores del dominio colonial israelí de los asentamientos en 1948. Esta situación reciente, que nos ha obligado a unir fuerzas, nos ha dado también la confianza que tanto nos hizo falta en medio de la rabia y el dolor de las últimas semanas. A pesar de todo lo que está sucediendo, a pesar de todos los años de deshumanización, empezamos a sentir algo de esperanza. 

Por fin el mundo empieza a llamar al régimen israelí por su nombre. A principios de este año, la organización israelí de derechos humanos, B’Tselem, siguió el ejemplo que dieron los palestinos durante décadas de trabajo intelectual y jurídico a fin de demostrar que el Estado israelí y su ocupación militar son inseparables: juntos, Estado y ocupación militar, conforman un sistema único de apartheid. A su vez, la organización de derechos humanos Human Rights Watch publicó un informe minucioso y detallado en el que se acusa a Israel de "crímenes de apartheid y persecución contra la humanidad". 

Nosotros, los abajo firmantes, artistas y escritores palestinos, así como nuestros aliados en el mundo de las artes, les pedimos que se unan a nosotros. Por favor, no dejen pasar esta ocasión. Si las voces palestinas vuelvan a ser silenciadas, pueden transcurrir generaciones en lo que surge otra oportunidad para alcanzar la libertad y la justicia. Les pedimos que se unan a nosotros ahora, en esta coyuntura crítica, y que muestren su apoyo a la liberación de Palestina.

Llamamos al cese inmediato e incondicional de la violencia israelí contra los palestinos. Llamamos a que se le ponga un fin al apoyo que prestan a Israel y a su ejército las potencias mundiales, especialmente los Estados Unidos, cuyo apoyo irrestricto al Estado de Israel asciende a los 3,800 miles de millones de dólares anuales. Llamamos a todos los pueblos de conciencia a ejercer su capacidad de acción y a coadyuvar en el desmantelamiento de este régimen de apartheid que existe en nuestros tiempos. Llamamos a los gobiernos que permiten este crimen contra la humanidad a aplicar sanciones militares, a echar a andar los mecanismos internacionales de rendición de cuentas y a romper la relaciones económicas y comerciales con Israel. Llamamos a los activistas cívicos, y en específico a nuestros compañeros en el mundo de las artes, a ejercer su capacidad de acción al interior de sus instituciones y localidades para apoyar la lucha palestina por la decolonización. El apartheid israelí se sostiene gracias a la complicidad internacional: reparar este daño es nuestra responsabilidad colectiva.

Hemos visto cómo, en últimas fechas, los gobiernos en Europa y en otros continentes han instaurado políticas de censura abierta y fomentado una cultura de autocensura de cualquier muestra de solidaridad con Palestina. Es cínico hacer pasar por antisemitismo la crítica legítima del Estado de Israel y de sus políticas con respecto a los palestinos. El racismo, incluido el antisemitismo y cualquier otra forma de odio, es atroz, y por ende no tiene cabida en la lucha palestina. Es hora de enfrentar y superar esas tácticas de silenciamiento. Millones de personas alrededor del mundo ven en los palestinos un microcosmos de su propia condición de oprimidos, así como de sus esperanzas. Aliados como Black Lives Matter y Jewish Voice for Peace, así como activistas en favor de los derechos de pueblos indígenas, activistas feministas y queer, entre muchos otros, apoyan cada vez más abiertamente al pueblo palestino.

Los instamos a ser valientes. Les pedimos que den un paso adelante, que alcen su voz y que tomen una postura pública clara en contra de la actual injusticia que se vive en Palestina.

Debemos desmantelar el apartheid. Nadie es libre hasta que todos seamos libres.